San Valentín.
No hablamos de la festividad azucarada del día de los enamorados, para eso quedan tres semanas. Hablamos de San Valentín Gil Ardila, un tipo virtuoso, que estuvo en la tierra para enseñarnos muchas cosas de la vida y del fútbol, de esos valores que nos sorprende ver que se esfuman día a día por tanta hipocresía y tanto ego. De ascendencia extremeña y toledano universal, Valentín fue y es de Orgaz y de Toledo, por sus dos grandes amores, qué suerte tuvo de disfrutar de ellas, qué estrella también para Petri y Lidia de disfrutar de él hasta su irrazonable marcha hasta hoy sin justificar aún. También fue nuestro, de Odelot, su sello aún queda en el corazón naranja, del Soliss y del Santa Bárbara. Mi gran maestro, mi gran amigo, un tío que me hizo reir con su especial ironía, que me enseñó que más allá de un resultado de un partido de fútbol, lo que queda, se gane o se pierda, es el saber encajar eso precisamente, un triunfo o una derrota. Valentín entrenador y hombre con mayúsculas murió hace diez años, cuando dormía plácidamente después de un partido con su equipo Infantil de Odelot en Talavera. Estaba enfadado cuando hablé con él unas horas antes, no por el resultado, que fue un empate, sino por el insuficiente premio recibido después del esfuerzo de sus jugadores. Con Valentín compartí edad, dos meses de diferencia, muchos torneos veraniegos, alegrías y decepciones, y muchas ciudades, Torremolinos, Jaca, Torredembarra, Benalmádena, La Coruña, Villarreal, y dos torneos míticos que siguen en pie, la Donosti Cup de San Sebastián y la Costa Blanca Cup de Benidorm, torneos referentes del fútbol base. Fútbol y el olor de la brisa del mar. Y el análisis de los partidos del día, y el plan del siguiente, sentados ya de madrugada en la terraza del hotel. Papel, bolígrafo y ruta. Horarios y autobús. Y a correr.
Hemos visto que muchos chicos con diez, once o doce años han aporreado la puerta para ser futbolistas profesionales, y él siempre me decía que para que alguien tuviese esa llave debería ser un jugador especial, diferente, muy bueno, buenísimo. Él lo era, estuvo a punto de jugar en el Castilla, filial del Madrid, pero entonces el trabajo era prioritario, y en Toledo encontró eso, jugar al fútbol y trabajar, eligió la UD. Santa Bárbara, su gran amor como jugador, un equipo mítico de la ciudad. Un equipo grande.
Valentín nos dejó hace justo diez años, no sin antes extender a todos los que estábamos a su alrededor esas recetas que desarrollan los que no son médicos, los que son inteligentes, con letra muy clara, con chorros de sabiduría de fútbol en su mensaje, que hoy se venden muy caras, fórmulas secretas de dedicación y meticulosidad, y ese poder de convicción que sólo las grandes personas, los grandes entrenadores como él podían prescribir.
Vaya desde aquí mi más sentido homenaje a un gran entrenador, pero que fue mucho mejor persona, un ejemplo en su enseñanza para sus compañeros de profesión, de fútbol y de vida. Como no te vamos a querer amigo!!!
Tu mejor admirador, Ramiro.
Grande Valen