Fue partido de Champions, partido grande, de alevines. Y lo fue desde su presentacion, hasta el final. Odelot-Toletum contra Odelot–Toletum. Negro contra Naranja. En la grada sabíamos que fuese cual fuese el resultado, ganaría la Escuela de Fútbol Odelot-Toletum y es como cuando nos preguntan que a quién queremos más, al mayor ó al pequeño, sabiendo que antes de acabar la pregunta la respuesta ya se ha formado: a los dos igual, claro. Fue un partido vistoso, apasionante, sin mucho fútbol pero cargadísimo de emoción, trepidante, y limpio, ningún jugador cayó desplomado en el área como si hubiera explotado una granada de mano a metro y medio de distancia, ni tampoco había piscina a la que tirarse, no vimos lo que vemos con frecuencia en televisión, mucho teatro. Esto era fútbol puro, del bueno. Dos partes diferenciadas, la primera para los de la letra "B" de negro, la segunda para los naranjas de la letra "A". Cuando fueron a tomarse un respiro, descanso, el marcador no se había movido: 0-0. En el segundo tiempo intercambiaron golpes al principio, se iba de un área a otra, y así llegó el 1-0 y el 1-1, seguidos. El desgaste hizo mella en los más pequeños, circustancia aprovechada por los mayores para marcar dos goles más, que pusieron fin a la incertidumbre del marcador. 3-1 final. Luego vimos que todos son amigos ante todo, porque hubo abrazos, sonrisas, todo muy natural, pues la "batalla deportiva" había acabado. La Escuela de Fútbol Odelot-Toletum hizo un guiño, porque realmente supo que quien ganó fue ella. Sin duda, y sin televisión ni periodistas, fue un partido grande, Partido de Champions, de alevines.