Volvemos. Un año después de perder la categoría injustamente por los arrastres de los descensos de División de Honor, Odelot Toletum jugará en Liga Nacional Juvenil. Es el sitio que nos corresponde, es una realidad, esta Escuela es una fábrica de crear talentos, haciendo partícipes por supuesto a la calidad de nuestros entrenadores que hacen un magnífico trabajo desde la base, moldeando jugadores. Odelot nos llamamos, ni más ni menos. Ha sido difícil, nada de camino de rosas, muchas piedras en el camino que hemos sorteado, pero gracias al compromiso de estos jugadores, algunos de ellos que renunciaron a jugar más arriba y decidieron que su deuda era devolver al equipo a esta categoría. Antes de entrar en materia de lo que fue la épica de ayer en Azuqueca, vaya desde aquí nuestro agradecimiento más sincero al cuerpo técnico, a todos los juveniles del A principalmente, y a los del B que sufriendo como han sufrido han ayudado también a este logro, y también a los cadetes que se han dado palizas en muchos fines de semana para echar una mano haciendo muchos kilómetros. Gracias también a nuestra mejor afición, madres, padres y familia de los jugadores.
Mucho calor en Azuqueca, el del que marcaba la temperatura y del que arrojaban las gradas. Los dos equipos se jugaban mucho, uno por el ascenso directo, otro por meterse en playoff. Empezó el encuentro con nervios, aceleración e imprecisión, aunque el dominio del juego era para los naranjas, azules ayer, que querían ventilar rápidamente el partido, tocando y moviéndose arriba, transiciones rápidas y llegadas al área con peligro. Los rojinegros basaban sus opciones en la rapidez de sus jugadores arriba, balones largos, diagonales amplias a la espalda de la defensa contraria, pero el portero que más intervino fue el local, aunque la ocasión más clara la salvó Simón, el portero bargueño estuvo rápido y efectivo en sus reflejos. El run run de la grada mostraba una ansiedad peligrosa cada vez que el balón llegaba a una de las dos áreas
El descanso fue un alivio para los jugadores por el calor y la tensión que soportaron. No cambió mucho el encuentro en la reanudación, posesión del juego para los visitantes, que no encontraban el resquicio necesario para adelantarse en el marcador. Hubo momentos de fallos en los pases y en la colocación porque las piernas a estas alturas de temporada también se agotan. A falta de veinte minutos ambos equipos miraban ansiosos el marcador que aparentemente no resolvía para ninguno de los dos equipos las expectativas que tenían. Una jugada en el área de los nuestros que fue atropellada, despejes fallidos, remates al aire, llegó de rebote en rebote a un jugador del Azuqueca, que fusiló nuestra red entre una nube de piernas que sorprendió a todos. El golpe noqueó a Odelot que cayó estrepitosamente a la lona aturdido, incrédulo del desenlace. Es lo que tiene el fútbol, porque el campeón se levantó y apabulló a su rival, le metió el miedo en el cuerpo, que sintió que el león estaba herido peligrosamente. Era el minuto 69 y el tiempo apremiaba a los toledanos, que decidieron entonces que no podían jugar a la ruleta rusa y dejarlo todo para la última jornada. El minuto 77 fue el inicio de la épica. Carlos Zapero, pichichi destacado de la categoría, quiso quitarse el mal sabor de boca de la lesión grave sufrida hace algo más de un año en este campo. Recibió un balón en el centro del campo con su marcador echándole el aliento en la nuca, controló y le propuso una carrera hasta la portería que asustó al central, se olía el final de la jugada, el reto le salió bien a nuestro delantero que se presentó en el área para pegar un “zaperazo” con la derecha al palo corto, el que cubría el portero, que vio como un obús le superaba sin poder evitar el empate. Su gol número 30. El partido estaba como al principio, pero con una diferencia evidente porque el león se había lamido la herida pero sin curar todavía. El asedio siguió hasta que en el minuto noventa, de nuevo Carlos Zapero recibió al borde del área de espaldas, controló, giró, se escoró hacia la izquierda y soltó el segundo “zaperazo” a la escuadra de la portería del Azuqueca. Su gol número 31, el 1-2 en el marcador, y un ascenso directo a la Liga Nacional. El pitido final fue una explosión de alegría que soltaron toda la adrenalina acumulada y sus gritos de alegría sonaron hasta en el Alcázar de Toledo. Hemos vuelto, amigos.