Los aficionados ni siquiera habían removido el azúcar de su café cuando Granados de cabeza, metió el primero. El Juvenil A comenzó el partido contra el Guadalajara cumpliendo el mejor guion imaginado. Después el juego del equipo fue ejercicio absoluto de control y orden, hasta que en el minuto 37, los nervios y una agitación impropia de jugador veterano nos dejó con uno menos. El marcador se fue al empate a uno después de un “micropenalti”, de los que sólo se pitan donde se pitan, que encendió ánimos y afinó labios y dedos para silbar al del silbato, el rubio feo y malo de las películas de James Bond. El dolor del empate amenazaba una vez más, enfermedad que parecía curada, que nos perseguía, hasta que Ayoub pisó el área, regateó, amagó, fintó, engañó y marcó, 2-1, zapatazo mediante, abajo junto al poste izquierdo, diluyendo sudores y ardores. Y el azúcar del café. Tres puntos más.
El Alevín A consiguió ser de todo menos previsible. Salió precavido, decidido y esperando conforme el transcurrir del tiempo, como un reloj de arena. Paciente esperó a que los granos bajaran, midiendo el tiempo que tardarían en caer. El Torrijos aguantó el reloj lo que pudo, pero acabó pidiendo que cayera toda la arena de una vez, para que el 7-0 no fuera más doloroso. Dos de dos.
Si algo afea la fiesta del fútbol es la previsibilidad. Los magos esconden sus trucos porque de no ser así, su espectáculo acabaría. El Cadete A se empapó y le dio un agua al Quintanar de la Orden bajo una lluvia torrencial, La Lluvia de Noviembre, 4-0, tocando y escondiendo el balón, cual mago, hasta encontrar el momento de sorprender al espectador y al mismo conejo, ese que siempre sale bajo la chistera. Juan (2), Alonso y Porta, la empujaron. La misma descarga de agua en los primeros instantes del partido del Infantil A, el mismo baño de fútbol, les cayó a los de Quintanar, que empataron a uno, aunque después sufrieron hasta que terminó el partido, después de que Carlos Sánchez (4), Roberto Santurde y Andrés Guerrero dejaran el 6-1final, ya cuando el sol había espantado los nubarrones.
La próxima semana, más.