Una sorpresa no anunciada

Las grandes sorpresas nunca se anuncian, porque si fuese así, dejarían de serlo. El Juvenil Nacional arrancó el partido muy decidido a no hacer un viaje largo en balde y dar la campanada. Controló el tiempo desde el inicio, y trabajó de lo lindo para sujetar al Albacete Balompié, repleto de jugadores jóvenes, rápidos y explosivos. Guijarro adelantó a los nuestros a los 22 minutos, respiro que permitió jugar el resto del primer tiempo con mucha confianza, con un equilibrio apropiado para ahogar a los blancos sin descuidar la retaguardia. Ese gol tampoco quebrantó los ánimos locales, que seguían jugando con un ritmo endiablado, aunque el marcador al descanso nos daba la ventaja.

El segundo tiempo fue complicado para los naranjas, aguantaron como pudieron el chaparrón, pero en ningún momento se desarmaron, básicamente porque a quien le costó tanto entusiasmarse le resultaba difícil recordar dónde guardó los miedos. Aún así tuvimos el segundo gol en nuestras botas, avisando a los albaceteños que de regalos nada de nada. Pero en el minuto 65 llegó el empate. Se presentaba un final de partido tenso y duro. Siguió el ritmo trepidante, un ir y venir, y a esperar la oportunidad.

 

En el minuto 85 saltó al terreno de juego Samuel Iglesias, con la intención de ayudar a sus compañeros a contener las acometidas del rival. Tocó dos balones, ambos con la cabeza, uno para despejar en defensa, y el otro para darnos los tres puntos, 1-2, al rematar impecablemente un saque de esquina. Se desató la alegría en el campo y después en el vestuario, conscientes del gran valor de una victoria, sorpresa no anunciada.